2/12/15

Desorientado




Me llevaba de la mano hasta que la soltó. Caminó unos cuántos metros de más. Se palpó con súbita preocupación los bolsillos del pantalón y el pecho, insistiendo sobre todo en del corazón, y se echó al suelo murmurando para sí cómo había podido ser… “si lo llevaba aquí mismo; qué raro, juraría haberlo cogido esta mañana…”.

Continuó su búsqueda, a cuatro patas, en un recorrido desordenado, jugándose las manos, abriéndose camino entre los pasos de la gente, ciego y sordo de ensimismamiento; y sin dejar de preguntarse cómo había podido ocurrir, se fue alejando.

Me agaché para tratar de seguirle, pero ya le había perdido el rastro. Me senté a esperar que volviera. No me volvió a encontrar.