2/12/15

Desorientado




Me llevaba de la mano hasta que la soltó. Caminó unos cuántos metros de más. Se palpó con súbita preocupación los bolsillos del pantalón y el pecho, insistiendo sobre todo en del corazón, y se echó al suelo murmurando para sí cómo había podido ser… “si lo llevaba aquí mismo; qué raro, juraría haberlo cogido esta mañana…”.

Continuó su búsqueda, a cuatro patas, en un recorrido desordenado, jugándose las manos, abriéndose camino entre los pasos de la gente, ciego y sordo de ensimismamiento; y sin dejar de preguntarse cómo había podido ocurrir, se fue alejando.

Me agaché para tratar de seguirle, pero ya le había perdido el rastro. Me senté a esperar que volviera. No me volvió a encontrar.






30/11/15

Con vistas a nada


Decidió apartar todo aquello que le incomodase, ya se tratara de cosa, animal o persona.
Proyectó tirar barreras, derribar miedos, matar emociones... para procurarse una vida completamente diáfana.







25/2/15

Indigestión




Y entonces llegó el silencio, dejando caer la nada plomiza sobre cualquier mínima capacidad de existencia, con su peso muerto como una mutilada mano opresora. Se acabó. Había soñado antes estas mismas ganas de vomitar bloqueándole la boca del estómago. Un volcán agitado que no terminaba de entrar en erupción, náuseas hirvientes y constantes vagabundeando sin tomar lugar ni descanso. Se sentó a esperar. Nada ocurría. Absolutamente nada. Su estómago ardía y centrifugaba nerviosamente tanta desgana engullida, tanta hipocresía, tanta guerra encubierta... Jamás supuso que salvar al mundo implicara tamaña enfermedad estomacal.



27/11/13

Tíbio



“Tibia”, pronunció. Dijo “tibia”, como quien no quisiera la cosa, en algún lugar de la noche. Como lo dijo la camarera de aquella cafetería: “La leche está tibia”, sentenció. De  igual manera que lo hacía mi madre, cuando yo era niña, en mil y una ocasiones. Tibia, tibia, tibia, ¡¡tibia…!! Cinco malditas letras que nunca supe, ni sabré, dónde colocar. Siempre supe del frío, del calor, de lo templado pero ¿lo tibio…? ¿En qué intervalo rige lo tibio? ¿Qué lugar de la escala ocupa exactamente…? Anoche lo volví a escuchar: “Ti-bia”.


- Tú nunca lo entenderás; cada vez que alguien lo pronuncia el vello se toma la libertad de arremeter contra el aire por su cuenta, de hacerme sentir cada letra arañándome poro a poro, desde que nace en su garganta hasta que muere en lo más profundo de mi ser. Me transforma desde el oído, me invade, me ocupa… Tibias las manos, tibios los pies, tibios el vientre y cada una de mis entrañas.  Siempre supe colocarlo todo. Todo tiene un lugar, todo ocupa su espacio, todo está condenado a quedar clasificado de alguna manera que lo define y lo distingue de lo demás, pero… ¿”tibio”? Me da temblores al alma; me llena de escalofríos. -


Tibio quedó vagando por mi infancia y aún hoy, anda sin sentido comprometiendo mi estabilidad emocional. Me desconcierta, me irrita, me enciende los fantasmas. ¡¡Maldita secuencia de sonidos, y maldita su incapacidad para quedarse archivada sin más como el resto de palabras, en paz…!! Un sitio para cada cosa, un lugar para cada palabra, un significado, algo que la amarre, la asfixie y me dé sosiego…


- Tú jamás lo entenderás porque nunca se te quedó colgado un significado; nunca tuviste que cargar con este lastre sin sentido. Te agradezco el diccionario, pero dudo que, en este caso, la definición consiga enganchar su presa.-


Una vez, entre estados febriles, soñé que cortaba toda lengua que se atreviera a pronunciarlo. Las recolecté y coloqué a conciencia en una fuente grande de cocina; todas ellas, en su envés, llevaban tatuado con tinta azul y caligrafía inglesa “tibio” o “tibia”, según fuera su procedencia. Pero de poco sirvieron las mutilaciones, cuando desperté, el médico me había recomendado baños de agua “tibia” y mi madre mantenía mi cabeza al ras del agua, entre tanta tibieza descontrolada que vestía mi cuerpo.


- En fin, tú nunca lo entenderías… de modo que basta de charla, no le demos más vueltas. Acomódate aquí y saca, por favor, la lengua; apóyala en el diccionario si quieres. Prometo que seré breve. -



19/10/13

Miniamor



Su amor era tan, 

                                     tan pequeño,

                                 que de un beso,

se lo tragó.





21/9/13

CURSILLO INTENSIVO DE INICIACIÓN AL DISGUSTO


Actualmente, hay mucha gente no sabe disgustarse, por lo que consideramos apropiado promover y potenciar esta aptitud, tan humana como necesaria, para afrontar el día a día en los tiempos que corren.

Este curso está orientado a personas de naturaleza inocente y con excesivas ganas de vivir, que no terminan de encontrarse del todo cómodas en nuestra sociedad actual, de manera que, al finalizar el programa, cuenten con una nueva habilidad para la integración y la aceptación propia como individuo.


Programa del curso:


INTRODUCCIÓN

Recepción de malas noticias y corrección de vicios posturales.
Gestos de sorpresa y muecas de decepción.
Ocupación correcta del espacio y búsqueda del asiento apropiado.
Contención profunda de la respiración en el tiempo.

RESOLVIENDO LA CONTRADICCIÓN.

Pausa valorativa del “qué me está contando”.
Traducción intelectual de la información recibida.
Transición del “no puede ser” al “pues va a ser que sí”.

APRENDIENDO A LLORAR

Tipos de lágrima.
Postura, ritmo y melodía del llanto.
Errores comunes: Privación, toses y mocos.
El hipo.
Cómo usar el pañuelo.
Protocolo del clínex prestado.

FIN DEL TRANCE

Pérdida de intensidad; decrecimiento progresivo de la tensión y de las ganas de vivir.
Relajación: Del llanto al sueño.
La voluntad, esa extraña.


EJERCICIOS PRACTICOS:

Caso práctico I :  El disgusto laboral armónico simple.
Caso práctico II : El disgusto amoroso compuesto.
Caso práctico III: El disgusto sin más ni menos, elevado a la máxima potencia.
Caso práctico IV: Ejercicios de diafragma y coordinación de la respiración.



Objetivo del curso:

Tras este curso, los alumnos habrán aprendido a sobrellevar el disgusto con la mayor de las elegancias y la naturalidad más entrañable, consiguiendo, además, una mayor autonomía en cuanto a la gestión del llanto y las emociones negativas se refiere.


El precio incluye todo el material:

Silla, pañuelo de tela y clínex variados, compañía de apoyo y lágrima artificial en caso de ser necesario. En este nivel no se permiten bebidas alcohólicas o excitantes. Como reconocimiento a las habilidades adquiridas, en la última clase se repartirá helado y chocolate a todos los asistentes.


Horario:

Martes y jueves de 19:30 a 21:00.
Aula Alatriste (Planta sótano).


Profesoras titulares:

Teoría: Consuelo Amargo del Pozo.
Casos prácticos: Asunción Gracia Quemada


12/9/13

Tú, Madrid, y yo, el tiempo.




Madrid suspendida en lo alto y en tu fondo. Tú eras Madrid. A Madrid se la quiere y se la odia; a Madrid se la ama con ironía, se la busca y se la huye; es necesaria.


Enganchada a cada calle, a cada noche, a cada uno de tus rincones y recovecos; a todo rumor infundado en contaminaciones compulsivamente urbanitas, comprensiblemente humanas. Madrid siempre fuiste tú. Amor-odio, de ti al cielo, a mi maldita necesidad de cada uno de tus perfiles, a tus antiguos versos. Necesito romper lazos, desintegrarme de tus cadenas, salir de tus redes de autopistas y círculos de caminos comunes. Me quiero ir en cualquiera de los sentidos.

Lejos.

Quizás la humedad suavice los abruptos cambios entre tú y yo, quizás la sal calme dolores, angustias y absurdas nostalgias. Quizás el mar te dé la razón y, por fin, eche el cielo a mis pies para encaminar de nuevo el deseo de conocer otras ciudades, otra gente exóticamente alejada de ti. -Quizás: sólo una remota y casual acumulación de circunstancias indefinidas…- Quizás no dependa tanto del lugar como del tiempo. Cómo escapar de mí, entonces; nunca fui más que una mera sucesión desordenada de instantes perdidos en ti.

Hoy, por fin, truena la mañana.
Madrid ha roto aguas.
Y la maleta embala el porvenir.



31/8/13

Hola



Nos dijimos “hola”.


"Hola" intensamente, "hola" hasta las entrañas, "hola" estrujando el tuétano y abriéndonos en canal el alma, repleta de miles de millones de “te he estado echando de menos”…

Sencilla e inesperadamente, nos desdibujamos el hueco en solo un microsaludo.





18/8/13

Promesa

Ilustración : Promesa
- Lápices acuarelables y no acuarelables -
 



Me dejaré el reloj abierto y te colarás como perdida entre mis horas. Te enredarás en los minutos para rodar por mi engranaje hasta ser motor y causa de tanta autómata vuelta. Señalaré penduleante cada tic-tac de tus primeros segundos cuando vengas a manillas abiertas, como un regalo del tiempo, dictándome el amor a sesenta motivos por hora, a rebufo de grandes momentos.

Entonces y sólo entonces, dejarás de ser promesa.


25/6/13

Autoengaño



Ignora, quien dice estar solo, que lo miente como el suicida que advierte de su falta de futuro. Pero sabe, eso sí, del chirriante rumbo de los navajazos del tiempo en su vientre desgarrándole las verdades más putas.

A conciencia se arranca, a tiras, del presente las presencias; a conciencia se automaltrata las entrañas y desmaquilla complacencias innecesarias. Muere libre, libre y solo, de soledad elegida. Y, este sí, ante el asombro y el horror del suicida, nunca avisa al desmembrarse la vida.




19/6/13

Piiii.........................................................



 

Todo empezó con un suave rumor, un leve susurro; prohibido amar…

Y aquel silente rastro aéreo, que dejó por invernal apellido, se incrustó en su oído eternamente como un pitido constante, como un tapón contra la vida, un clavo en la sien o un coma profundo… de un modo innecesario, indeterminado y sin sentido.



18/5/13

El Autor Absorto



Allí estaba, con la imperfección más definida que jamás se habría imaginado hipnotizándole en una espiral infinita, inacabada, interminable… Absorto e incapaz de decidir si corregirlo o abandonarlo a su suerte, se dejaba absorber por el ojo de aquella voluta de libertad que, inabarcable, le invitaba al ensueño de haber despertando ante la esencia más pura, allí donde comienza el movimiento. Era su creación; había pintado él mismo sin saberlo su propia realidad, la que le mantenía enganchado a la vida, a su perro, al sol de aquella mañana y a la luna de cada noche, a cada uno de sus amigos, a su maldito trabajo, a su coche, al olor del café… A sus llaves, a la intimidad que abrían y encerraban sin preguntas, incluso a sus facturas, sus cenas en soledad y sus odiosos vecinos. A nada en concreto y a todo su mundo interior, sin embargo.

Todo era imperfecto y comenzaba a rodearle en ese mismo instante con aquella descentrada y estrábica circularidad abierta, tal como él mismo lo hacía alrededor del cuadro. Ningún color terminaba de ser exactamente el pretendido como ninguno de los trazos atravesaba mínimamente la porción del lienzo que él había proyectado, abriéndose camino según la sutil rugosidad de la tela. Aún así, el conjunto era pleno; como si, de algún modo, algún extraño dios del lienzo en blanco hubiera guiado su mano recalculando líneas y trazos hasta llevarle a plasmar tal belleza improvisada. Cada imperfección compensaba el resto, las embellecía y realzaba; cada una de ellas daba más importancia a las demás… y así, una por otra, comenzaba el baile de la espiral en que su autor se había visto atrapado.

Cierto momento, mientras él mantenía fija su atención, la sala se fue llenando de gente atraída por el reclamo de la imperfección plasmada como expresión máxima de la vida. Cada vez más gente llegaba haciendo sonar sus zapatos al ras del suelo; cada vez más ropa, más roces de tela pululando discretamente a su alrededor; cada vez más respiraciones ligeras en procesión. Y poco a poco, el suave rumor del suelo y el movimiento, la admiración, se fueron tornando en audibles susurros crecientes, extrañas risas, también imperfectas, que voz a voz comenzaron a atronar sus oídos. Cada vez más susurros, cada vez más gente, más ruido, más risas; todo imperfecto y en espiral, una tormenta desdibujándose en tornado; todo girando improvisadamente a su alrededor tal como él latía, cada vez más rápido, alrededor del cuadro. Su cuadro. Tan imperfecto, tan infinito. Cada empujón, una línea ligeramente desplazada, cada risa un color indefinido, cada persona, el milímetro cuadrado que delimitan los entrelazados hilos de la tensa tela superficial del lienzo, aquel que ya a duras penas comenzaba a vislumbrar.





En un momento cualquiera, escuchó un latido impecable –“¡¡Pasen y vean al pintor absorto hasta la extenuación!! ¡¡Pasen y vean la perfecta contemplación del arte en su más puro estado original y primigenio!!- La imperfección se había agotado. Se evaporaron de pronto risas, zapatos, extraños rumores… Se evaporó la gente, se deshicieron las telas, la sala… Aquel cuadro sencillamente dejó de girar. Fue un simple y minúsculo latido perfecto. El olor del café, cada uno de sus amigos... No supo cómo había llegado, lo escuchó sencillamente latir y quebrarse hacia donde él no había proyectado. Se destejieron el lienzo y los colores impuros. Se evaporaron, también, los sutiles empujones… Como si algún dios del latido en blanco hubiera guiado su corazón hasta hacerlo traspasar la línea de la perfecta realidad que él, ya en su día, había roto y desechado hacia el paraíso de la corrección; allí donde ya nada gira ni se compensa, allí donde la belleza es tan perpetua, individual e inamovible, solemne y aburrida, que sobra seguridad y la quietud es eterna.

Un día escuchó un latido tan perfecto que no tuvo ni tiempo de decidir cómo quería acabar con toda su imperfecta realidad. Se ganó la eternidad, la nada. Sencilla y perfectamente, se evaporó con su cuadro tal como había llegado.


12/5/13

Carta abierta



La fiesta de después, la secreta, donde ecos y pasados juegan a beberse los recuerdos, esa es la que rememoro día tras día; en ella recibí la noticia. Volverás. Y lo harás cargada de sueños e ilusiones, volverás removiendo la vida para hacernos mejores, llenando de motivos el porvenir.

Únicamente queda, ahora mismo, el ronroneo del silencio entrelazándose en mis pies. Dura noticia para tan amplio margen de actuación… Arrastraré mientras llegas, este paso, como quien arrastra su corazón con toda su gravedad y sus cadenas.

Sigo en pie, en el mismo sitio y el mismo instante en que fui consciente del cambio. Volverás. Y los pasados ríen, ríen mucho, no sé si de mí o contra nosotros, el caso es que se revuelven y continúan bebiendo hasta el último rastro de actualidad, haciendo tambaleárseme el presente.

Sólo una cosa más: no tardes, rómpeme pronto estas cadenas; por tu vida, no me hagas eterno…



...de un fantasma.

2/2/11

Des-Cuento


 
 

Desechó lo secundario hasta quitarse la vida.







10/3/10

El síndrome de Ficómenes


Fue aquella chica de sonrisa adictiva y carcajada contagiosa la que me enseñó a apreciar la vida y valorar, uno por uno, cada instante de cada día. La conocí en mi único viaje a Egipto y la casualidad se encargó de hacernos coincidir meses después en los alrededores del Templo de Debod, en Madrid. Ella iba sola y yo no había quedado con nadie, así que esa tarde la pasamos charlando y compartiendo anécdotas, viajes, riéndonos a más no poder. Al caer el sol, después ya de la primera copa, decidimos protegernos de la noche parapetándonos entre su nórdico y su colchón. Pensé que reventaríamos a carcajadas en cada caricia regalada, que el orgasmo sincrónico que mutuamente nos ofrecíamos no era más que una excusa con la que practicar aquella mueca de felicidad compartida… Se la veía tan radiante que era inevitable sentirse pleno a su lado.

Con los días y las noches, empecé a engancharme a ella, a su pose ante la vida, a sus maneras, sus olores, sus formas y ruidos, y, por encima de todo aquello, acabé a los pies de su risa. Pasé unas semanas observándola: se reía de todo; al principio con una risilla leve, ligera, tonta y terminaban asaltándola carcajadas aparentemente incontrolables. Se reía de situaciones graciosas y trataba de no hacerlo en las que pudieran resultar humillantes, pero la risa terminaba escapándosele entre los dedos, con los que pretendía acallarla. Lo cierto es que su situación comenzaba a preocuparme. Poco a poco fui cayendo en la cuenta de que tras aquella euforia constante debía esconderse alguna extraña causa que se me antojaba anormal. Todo esto empezaba a traerle problemas cada vez de mayor importancia, llegando incluso a perder su trabajo por alguna risotada inoportuna que su jefe había entendido como extremadamente irrespetuosa, y ahora pasaba los días haciendo entrevistas que nunca llegaba a superar por aquella risita nerviosa, que le asaltaba sin remedio al enfrentarse a ellas, por muy cualificada que estuviera para el puesto. Había días en que la veía llegar agotada a casa, con flojera en las piernas, dolor de tripa y los ojos enrojecidos por el lagrimeo; o con un hipo insoportable. Pero ella me repetía continuamente que se encontraba bien, que bien venidos fueran todos los problemas si se tratasen simplemente de ser tan feliz como lo era ella, que ¡qué más podía necesitar…! Pero lo cierto es que a mí, ser ‘tan feliz’, así, sin más, sin motivo alguno aparente, se me antojaba algo patológico; principalmente cuando asistía en primera persona a la merma de su energía vital y su exagerado cansancio físico progresivo, que le iban imprimiendo a sus movimientos, cierto carácter de envejecimiento prematuro.

Una madrugada cualquiera, me eché a su lado a escucharla reírse de mis miedos y, mecido por el balanceo de su risa, me quedé dormido con su mano en mi mejilla. A la mañana siguiente, sus labios amanecieron congelados en aquella sonrisa perfecta, al otro lado de la cama. Su corazón no pudo soportarlo.

Ella había muerto y a mi se me había clavado en el alma su boca, riéndose hasta de su propia muerte. Me encerré en mí mismo los primeros días y empecé a pasar las noches investigando hasta caer rendido, buscando obsesivamente las causas de su muerte: lagrimeo continuo, dolor acusado abdominal y lumbar, hipo incontenible, tensión baja, debilidad muscular y ocasional incontinencia urinaria; risa leve, risa tonta, nerviosa, degenerativa… morirse de la risa. Síndrome de Ficomenes: enfermedad de procedencia exótica, muy contagiosa, cuyo medio de transmisión es el aire. En cada una de las carcajadas del infectado se esparcen miles de microsporas contaminadas…

Un hilillo nervioso de bienestar me recorrió de arriba a abajo poniéndome de inmediato el diafragma en movimiento. Contracciones espasmódicas empezaron a invadirme. Una estúpida risa nerviosa, que no supe cómo controlar, brotó desde mi ombligo.


3/12/09

Sagitario


"Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos”* como quien cree ver en las figuras que van formando las nubes, el reflejo de su destino. Aquella madrugada, al cielo de Barcelona lo cubría la niebla y se proyectaba sobre la ciudad un pasivo gris ceniza, que pronunciaba más si cabe, aquel ambiente frío de urbanidad que invade las grandes ciudades. No recordaba que hubiera llovido y, sin embargo, el asfalto aún supuraba el exceso de humedad sobrante de la noche anterior. El aire, reposado, hacía sonar sus pasos sobre la quietud de aquel instante por encima de todo; por encima de lo ocurrido y de lo que estaba por ocurrir, tan por encima de lo posible como de lo improbable. Su tormenta personal parecía haber pasado y él seguía caminando, ya por fin, esparciendo calma por la ciudad, ajeno a su propia existencia. Casi no recordaba por qué había empezado todo y había decidido olvidar cómo y cuándo había acabado. Así lo había deseado y así se le había cumplido. Pero aquel sonido metálico, nítido, le devolvió de golpe a su realidad. Una pequeña medalla de plata, redonda, tallada por ambas caras con el símbolo de sagitario, caía de su bolsillo y golpeaba el asfalto rebotando contra la rejilla de fundición de la alcantarilla, escurriéndose después hacia su interior y haciendo sonar, uno por uno, cada eslabón de la cadena que la segundaba.

Al principio no pareció reconocerla, pero cuando rozaba ya el borde el último eslabón, en el mismísimo instante en que la perdía, cayó en la cuenta de que con ella se le iba la vida. La vio rodar despacio, arrastrada bajo el curso de aquella agua residual; brillando, reflejando la poca luz que le llegaba de entre los barrotes de aquella celda; redonda como ella sola, como el horizonte en medio del mar, ЛR² abandonándole sin permiso; arrastrando tras ella su mitad más necesaria, los pocos recuerdos que no le importaba mantener. En ella se iba lo sufrido y lo gozado, lo luchado y lo esperado, lo perdido y lo ganado… y más aún, rodaba alcantarillado abajo, lo mejor compartido; el eterno cariño que en ella guardaba hacia su amor recién perdido.

Trató de alcanzarla metiendo la mano como pudo, incrustando todos sus huesos, no podía resignarse a perder aquel amuleto, pero era tarde y el sol andaba ya disipando las brumas y los recuerdos tal como él, hacía sólo unas horas, había pedido. La cadena, lo último de ella que aún se dejaba intuir en el interior de los intestinos de aquella ciudad, desaparecía sin remedio tras el suave tintineo de la medallita de plata. Parecía que ambos centauros anduvieran escapando burlonamente de compartir con él su destino.

Levantó la vista, triste, arrepentido por sus absurdos deseos; acababa de terminar de perderlo todo, o casi todo. Dos faros imparables y salvajes, se abalanzaron sin miramientos sobre él.

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*Frase inicial de "El reloj"
de
Charles Baudelaire

30/11/09

Corazonería


- Disculpe, buenos días ¿le atienden?

- Sí, mire, quisiera cambiar este corazón; es que ¿ve? me queda grande.
Yo preferiría uno más pequeño, no sé, uno que sintiera lo justito... pues, por si me hacen daño ¿me entiende? que la pena dure poco. Uno chiquitín, que olvide rápido.
Tal que... así; una cosa así. Me vale con que sólo quepa quien lo merezca.

- Tengo este, pero si no le gusta puedo sacarle más.

- Uy, no! este pesa una barbaridad... ¿no tendría algo más ligero?

- Por supuesto; mire este otro, a ver qué le parece. Pero, ande, pruébeselo...

- Sí, yo creo que este me sienta bien. Me lo quedo.

- Celebro que le guste.

- Pues muchas gracias, caballero. Que pase usted un buen día.

- A usted.