Madrid suspendida en lo alto y en tu fondo. Tú eras Madrid. A Madrid se la quiere y se la odia; a Madrid se la ama con ironía, se la busca y se la huye; es necesaria.
Enganchada a
cada calle, a cada noche, a cada uno de tus rincones y recovecos; a todo rumor
infundado en contaminaciones compulsivamente urbanitas, comprensiblemente
humanas. Madrid siempre fuiste tú. Amor-odio, de ti al cielo, a mi maldita
necesidad de cada uno de tus perfiles, a tus antiguos versos. Necesito romper
lazos, desintegrarme de tus cadenas, salir de tus redes de autopistas y círculos
de caminos comunes. Me quiero ir en cualquiera de los sentidos.
Lejos.
Quizás la humedad suavice los abruptos cambios entre tú y yo, quizás la sal calme dolores, angustias y absurdas nostalgias. Quizás el mar te dé la razón y, por fin, eche el cielo a mis pies para encaminar de nuevo el deseo de conocer otras ciudades, otra gente exóticamente alejada de ti. -Quizás: sólo una remota y casual acumulación de circunstancias indefinidas…- Quizás no dependa tanto del lugar como del tiempo. Cómo escapar de mí, entonces; nunca fui más que una mera sucesión desordenada de instantes perdidos en ti.
Lejos.
Quizás la humedad suavice los abruptos cambios entre tú y yo, quizás la sal calme dolores, angustias y absurdas nostalgias. Quizás el mar te dé la razón y, por fin, eche el cielo a mis pies para encaminar de nuevo el deseo de conocer otras ciudades, otra gente exóticamente alejada de ti. -Quizás: sólo una remota y casual acumulación de circunstancias indefinidas…- Quizás no dependa tanto del lugar como del tiempo. Cómo escapar de mí, entonces; nunca fui más que una mera sucesión desordenada de instantes perdidos en ti.
Hoy, por fin, truena la mañana.
Madrid
ha roto aguas.
Y la
maleta embala el porvenir.
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