Todo empezó con un suave rumor,
un leve susurro; prohibido amar…
Y aquel silente rastro aéreo, que
dejó por invernal apellido, se incrustó en su oído eternamente como un pitido
constante, como un tapón contra la vida, un clavo en la sien o un coma profundo…
de un modo innecesario, indeterminado y sin sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario